Inaugurado en 1894, después de ocho años de construcción, el Puente de la Torre (o Tower Bridge, en inglés) es uno de lo más famosos de la ciudad. Fue diseñado para facilitar el tráfico que se dirige hacia el este de Lóndres, una zona con alta densidad de población. Tiene una longitud de 244 metros de longitud y dos torres que alcanzan los 65 metros de altura. Entre las dos torres se encuentran dos levas que se elevan hasta un ángulo máximo de 83 grados para permitir el tráfico fluvial. En 1952, un conductor de autobús de dos pisos se hizo famoso al saltar de un lado al otro del puente mientras este se abría, no hubo ningún herido.

El Palacio de Enrique VIII, o Hampton Court Palace, se encuentra junto al Támesis y es uno de los palacios más impresionantes de Londres, dónde se recoge gran cantidad de historia. Es un lugar de fácil acceso puesto que el propio tren tiene una parada con el nombre del Palacio.

Si nos adentramos en su interior, podemos observar cómo se ha intentado que el turista sienta que forma parte de él, con una decoración y unas puestas en escena que te arrastran al siglo XVI, época en la que Enrique VIII fue el rey de Inglaterra. Este palacio, fue fundado por el Cardenal Wolsey y más tarde, ampliado por Enrique VIII pagando para ello, unos 18 millones de libras esterlinas.

En la actualidad, Londres se ha posicionado como una de las cuatro principales ciudades del planeta, con más de 10 millones de habitantes.

Sin embargo, una de las principales características de ésta imponente ciudad es que, a pesar de su gran tamaño, desplazarse y pasear por Londres es muy sencillo y placentero, debido a su moderno y bien diseñado sistema de transporte público. Los habitantes de Londres y sus turistas realizan, fundamentalmente, su desplazamiento en metro, que se ha convertido en uno de los más transitados del planeta, favoreciendo así el flujo natural de desplazamientos y la disminución de atascos.